Opinión y respeto



Para Platón, el terreno de la opinión, de la doxa, era peligroso y negativo. Para el filósofo ateniense, la doxa es el terreno de la mera creencia, no del conocimiento, el cual pertenece a la episteme (que significa, precisamente, conocimiento o saber). Platón estaba convencido de que la opinión era aparente y nunca podía ofrecer certeza absoluta, ni siquiera tras un examen exhaustivo de dicha opinión (con lo cual es impensable creer que una opinión pueda ser verdadera a priori, es decir, antes de analizarla).
En estos tiempos que corren, impera la doxa, la opinión sobre todo. Todo el mundo opina. Y no solo eso, sino que todo el mundo opina sobre todo. Si la realidad fuera un árbol, nos encontraríamos en el otoño de su vida, y el suelo está forrado de miles de hojas que son las opiniones. A simple vista todas son iguales, pero tras examinarlas algunas están secas, otras son frescas, las hay con frutos e incluso las hay con color, pero solo es posible verlo tras acercarnos a observarlas. Desde lejos, todas las hojas son iguales.
Otrora (¡qué palabra tan guay y qué poco utilizada!) los únicos que podían permitirse el lujo de opinar libremente eran quienes ya habían demostrado tener ciertas dotes para la generación del pensamiento. No defiendo esto. Soy más de la creencia de que todos tenemos derecho a decir lo que pensemos, y este derecho sí es respetable y necesario, sin embargo, a menudo se confunde el respetar el hecho de poder decir lo que uno quiera con tener que respetar lo que uno dice; esto es un error.

Por decirlo de manera rotunda y clara: lo respetable es dejar que cada cual diga lo que crea conveniente, pero lo que salga por su boca (o por su pluma) puede ser tan execrable como lo que expulsa por otra parte de su cuerpo.

Entonces, ¿son las opiniones respetables?

Parece evidente que la opinión de alguien no merece ser tratada irrespetuosamente de entrada, no hay que menospreciar dicha opinión previamente, no sin antes examinarla. No obstante, esto no significa que dicha opinión merezca respeto. Tanto el respeto como la falta del mismo son dos caras de la misma moneda, una moneda que lanzamos al aire y que caerá dando cara o cruz en base al análisis de la opinión en cuestión.
Es por esto que hasta que la opinión haya demostrado ser merecedora de respeto no hay que otorgárselo ni tampoco negárselo.
Esto me resulta obvio ya que mostrar deferencia hacia algo es un gesto importante que suele significar el reconocimiento del valor de ese algo. Es como pedirle a alguien que se postre sin argumento alguno o sin motivo, y, al menos personalmente, creo que si hay que llevar a cabo una genuflexión debe ser por un buen motivo.
Casi desde que puedo recordar, he asociado la palabra ''respeto'' a cuestiones que, desde mi punto de vista, se lo han ganado. Esto puede implicar muchas cuestiones, como que aquello respetable cumpla una serie de requisitos, como ser coherente, racional, etcétera. Puede darse el caso de que ese respeto se lo otorgue a personas que por las acciones que han llevado a cabo, aunque pueda no compartirlas, sí pueda entenderlas o compartir las motivaciones. Algo así como: ''no comparto lo que haces pero sí por qué lo haces''.
Lo que quiero dejar claro con esto es que el respeto, desde que en este cuerpo que soy aparecieron los primeros pensamientos claros a ese respecto, se ha vinculado con el ''mérito'' y no con la ''gratuidad''. Me explico:
Desde mi perspectiva, el respeto no se ha de regalar lo que se traduce por que no todas las opiniones son respetables, una creencia más bien extendida hoy en día.
Y es que nos encontramos en una sociedad en la que impera la creencia de que se tienen que respetar todas y cada una de las opiniones ajenas. Se dice mucho lo de: ''esta es mi opinión y tienes que respetarla''. Lo que provoca que me pregunte: ¿Por qué? ¿Acaso tu opinión es universalmente válida y ha demostrado su utilidad y razón? Una opinión nunca debe ser aceptada o descartada a priori, y por lo tanto el respeto, ese trato en el que se reconoce la superioridad de algo, no se debe regalar a cualquier cosa, mucho menos a cualquier opinión porque se cae en el riesgo de respetar auténticas bazofias argumentativas.
Ninguna opinión, sin importar quién la proporcione, sobre qué tema trate ni lo vehementemente que se presente es respetable ni tampoco irrespetable a priori. Todas deben estar abiertas al análisis, a la crítica (crítica entendido como interrogatorio, como examen a esa opinión). Solo una vez llevada a cabo dicha acción, la de analizar una opinión ajena, los resultados de dicho análisis serán los que determinen si es merecedora de respeto o no por parte del individuo.
Lo que no se puede hacer es exigir respeto por una opinión independientemente de lo que diga dicha opinión.
¿Por qué digo todo esto?
Uno de los motivos por los que esto ocurre es el hecho de que se entiende algo tan necesario y sano como es la crítica con una falta de respeto hacia aquello que criticamos. Esto hay que dejarlo claro desde ya, la crítica  no es ni buena ni mala, es necesaria; nos permite vislumbrar los entresijos de todo aquello sobre lo cual vertemos la capacidad de análisis crítico y de este modo entender mejor lo que tenemos delante. Sin la crítica no tendríamos ninguna pregunta que hacer a nada, y lo único de que dispondríamos serían frases con apariencia de respuestas absolutas.
La exigencia de respeto a toda opinión y, además, la confusión de la crítica con la falta de respeto nos conduce a un destino desalentador: la ausencia de debate. Si no podemos criticar una opinión ajena no podemos debatir, no podemos dialogar y no podemos demostrar las bondades y maldades de lo que la gente dice.
Y en esto hay que ser claros: las opiniones pueden ser muy buenas o auténticas cañerías con origen en el retrete de la razón y que desembocan en la cultura general o la opinión pública.
De modo que criticar las opiniones ajenas no es faltar al respeto sino que es la única forma en la cual podemos determinar si dicha opinión es respetable o no. Lo que no es de recibo es que se exija respeto hacia lo que alguien diga sin siquiera analizar lo que ha dicho, solo por el mero hecho de decirlo, de que es ''mi opinión'' y ''tienes que respetarla''. Como he dicho, y recalco ahora, nada hay en el hecho de opinar que haga a la opinión respetable en sí.

Comentarios

  1. Me ha gustado mucho la entrada Adrián, como siempre, tus reflexiones, de 10. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices, hoy en día, con la mayoría de la gente, no se puede debatir sobre nada, pues la mayoría se encierra en "es mi opinión" como cierre final a su argumentación, es decir, esta es mi postura, esta es mi posición y dibujo un círculo en torno a ello al que le llamo opinión, dentro de ese círculo no me acuses de falacias, de mentiras o del origen de dicha opinión. Es un todo vale. Y hay gente que no es que busque el respeto, simplemente busca que admitas la argumentación como válida, es decir, yo puedo decir 2+2=5 y tu me podrás decir que no solo no es válido si no que carece de sentido, y entonces yo te diré "ah, pero es mi opinión, y mi opinión no está sujeta a la lógica ni a nada porque simplemente es mi opinión". Por lo tanto, lo que tu has dicho "nada hay en el hecho de opinar que haga a la opinión respetable en sí (y mucho menos acertada o válida), que es como vi un día en no sé qué página feminista que una respondía "que exista libertad de expresión y que puedas opinar no significa que tu opinión no sea una auténtica mierda".

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  2. Y te dejo una escrito de Roy Galán que habla de lo mismo y me encanta:

    Yo respeto tu mierda de opinión.
    Para opiniones, los colores.
    Hay opiniones amarillas emitidas por aquellos que buscan la tranquilidad propia en el morbo.
    Hay opiniones negras emitidas por aquellos que son incapaces de alegrarse por nada.
    Hay opiniones azules emitidas por aquellos que hacen análisis teóricos dejando fuera cualquier tipo de sentimiento.
    Hay opiniones rosas emitidas por aquellos que buscan paliar el aburrimiento en la intimidad ajena.
    Hay opiniones rojas que de tan avanzadas han llevado a la muerte a aquellos que las emitían.
    Hay opiniones blancas emitidas como propias pero que solo reproducen las opiniones de otros.
    Hay opiniones verdes emitidas por aquellos que no saben desenterrar las palabras de la garganta para que maduren en la boca.
    Y hay opiniones de mierda que son marrones como un mojón.
    El pensamiento colectivo es un mar infinito en el que están sumergidos nuestros cuerpos.
    Cada vez que damos una opinión, levantamos la mano y nos agarramos al resto para salir a flote.
    Para verbalizar nuestro pensamiento individual.
    Salir debería ser algo emocionante, especial y único.
    Y sin embargo, lo hacemos constantemente, opinamos sobre todos y cada uno de los sucesos pasados, presentes e incluso futuros.
    ¿Cómo vamos a respetar todas las opiniones?
    El respeto, ante determinadas opiniones, es de cobardes.
    Es como hacerse el muerto en una batalla dialéctica para no salir herido.
    Las opiniones surgen (o deberían surgir) del pensamiento reflexionado.
    El pensamiento construye el mundo en el que vivimos.
    Cada vez que alguien opina construye una realidad diferente.
    Y hay realidades que apestan.
    Dices: "Me gusta el Torneo del Toro de la Vega. En mi opinión es un evento la mar de entretenido".
    Hablar es gratis y pensar es demasiado caro.
    Opinar que el sufrimiento es entretenido no es respetable.
    No puede serlo.
    Porque hay opiniones que son tremendamente irrespetuosas con la vida.
    Dices: "Los homosexuales no deben criar niños".
    Otros que no son yo no pueden hacer algo que yo sí puedo hacer.
    Opinar que el amor no es valido no es respetable.
    En venta, eso es en lo que estamos.
    Salimos de ese mar colectivo para vendernos, para que nos vean,
    para resultar los más ingeniosos, los más inteligentes, lo más graciosos, los más mordaces, los más vehementes.
    Hay personas que opinan para tener la razón. Mira lo que sé.
    Piensan que son aquello que saben, pero se equivocan.
    Sí, son los intelectuales.
    Hay personas que opinan para buscar la aprobación. No estoy solo.
    Piensan que el amor pasa por estar de acuerdo, pero se equivocan.
    Sí, son los inseguros.
    Hay personas que opinan para seducir al resto. Adórame.
    Piensan que las opiniones forman la belleza, pero se equivocan.
    Sí, son los estetas.
    Hay personas que opinan para llenar el silencio. Bla. Bla. Bla.
    Piensan que hablando no se morirán, pero se equivocan.
    Sí, son los miedosos.
    Hay personas que te usan como excusa para opinar. Yo también.
    Piensan que así serán mejor que tú, pero se equivocan.
    Sí, son los llenos de desgracia y de ego.
    Y luego están los que opinan en libertad.
    Que no les importa lo que opine la gente, porque la gente también son ellos.
    Pero que sin embargo luchan de manera incansable contra todas las opiniones irrespetuosas e injustas vertidas en nuestro mar.
    Porque quieren construir otro pensamiento, porque ellos también son el pensamiento.
    Otra realidad.
    El tiempo y el espacio son limitados.
    Y el amor, ilimitado.
    Usa el espacio y el tiempo que te han dado.
    La opinión es la honda.
    Y el amor la piedra.
    Derriba al resto.
    Y luego, abrázalos en silencio.

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    Respuestas
    1. ¡Qué bueno el texto! Lo desconocía, es genial. Quiero pensar que al decir que ''están los que opinan en libertad. Que no les iporta lo que opine la gente, porque la gente también son ellos'' hace referencia a los filosofillos jaja

      En cuanto al final de tu primer comentario, has resumido en una simple frase el espíritu de toda la verborrea que yo he escrito.

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