Cataluña: problemas y soluciones


Si hay que marcar un antes y un después en las relaciones habidas entre Cataluña y
el Estado Español, ese punto parece ser el recurso del Tribunal Constitucional sobre el Estatut d'autonomia de Cataluña.
En dicha reforma, entre otras cosas, había algo que sobresalía: ''La constitución no conoce otra nación que la española''.
Además de esto, las competencias de la Generalitat fueron también un duro golpe para las aspiraciones de autonomía de Cataluña. Entre otras cuestiones, la Generalitat se reservaba una serie de competencias que la diferenciaban del resto de comunidades de una manera clara, algo que el T.C. declaró como algo inconstitucional, o mejor dicho, reservó el papel de determinar según qué normas a la Constitución y no a un Estatuto.
Ante esta situación, los políticos catalanes vieron cómo un Estatuto que había sido discutido durante meses en el Parlament, había sido aprobado en un referéndum, y por el Congreso de los diputados con algunos matices, era declarado inconstitucional por el T.C. a petición de un recurso del Partido Popular.
Dicho de otro modo: un jarro de agua fría sobre la sensación de ''autonomía'' que el nombre de ''comunidad autónoma'' parece dar.
Al fin y al cabo, ''autónomo'' proviene de la palabra griega αυτόνομη que se compone de αυτό- (auto, propio, uno mismo) y νομη- (norma, ley), lo que nos indica que significa que ''la ley de uno mismo'', algo así como que uno se proporciona su propia norma, su propia ley. Dicho de otra forma, una comunidad autónoma es una colectividad que se otorga su propia ley.
Evidentemente, al formar parte de un marco constitucional que supera los límites de la comunidad concreta, las leyes y normas que puedan generarse están supeditadas siempre al marco general (constitucional) de las que emanan todas las demás. Lo que significa que si dicho marco no permite según qué normas o las prohíbe, estas son, jurídicamente inexistentes o imposibles.
Pero la cuestión a tratar es la sensación. Durante casi 2 años el Parlament de Cataluña tramitó y debatió la norma máxima dentro de la comunidad. Un debate complicado, tenso y largo que fue finalmente aprobado y refrendado por la población para ser luego tumbado. Esa sensación de autolegislación se vino abajo y se reflejó la realidad: Cataluña es una parte de un todo mayor, el Estado Español, el cual no ha respetado la democrática voluntad política catalana. Al romperse la sensación de autogobierno, por pequeña que fuera, creció el anhelo del mismo. La independencia es el resultado de dicho anhelo.
El T.C. dijo en su sentencia que la Constitución no reconoce otra nación que la española. Podemos entrar a debatir esto porque la Constitución misma, en su artículo 2 entra en una ambigüedad flagrante en pocas líneas:
''La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas''.
Vemos claramente como aparece el término ''Nación'' (con la ''N'' mayúscula) y el término ''naciones'' (en minúscula), de modo que podemos entender que hay una Nación compuesta por nacionalidades.
Pero esta no es la cuestión que nos interesa, lo que realmente nos interesa es qué soluciones puede haber a este conflicto.
Parece evidente que hay un conflicto de identidades y de autoreconocimientos. Habermas sugiere en La inclusión del otro que ''las sociedades modernas cohesionadas por el mercado y el poder administrativo, se delimitan unas a otras como naciones, pero esto no dice nada acerca de la naturaleza de la autocomprensión nacional'' y es que, por mucho que exista una definición de lo que es la ''nación española'', ello no implica que la misma se corresponda con la autocomprensión. Cataluña, a día de hoy, se entiende como algo distinto a España, o por lo menos no como lo mismo que España. Esto, que puede hacer que a muchos ya les explote el cráneo, es una posibilidad real y legítima, y que de hecho se está dando en la actualidad, y por ello es preferible una forma de abordarla.
Creo que tratar el tema como si las posturas diferentes sobre la cuestión concreta fuesen algo así como individuos libres en una especie de estado de guerra hobbesiano, en el cual nos topamos en un todos contra todos y que gane el más fuerte es una idea equivocada. En esta dinámica parece encontrarse la situación a día de hoy, con un inmobilismo claro por parte del gobierno central, y una postura unilateral de los partidarios de un referéndum. Cabe destacar que la posición del gobierno parece mucho más nociva que la de los partidarios de una votación democrática, aunque esta, a día de hoy, no cuente con las garantías deseables para ser verdaderamente una expresión popular madura y consensuada.
Lo ideal, y que en este caso no es para nada utópico, sería la apertura de un espacio de debate público y democrático abierto a todas las posibilidades y posturas. Un enfoque intersubjetivo y discursivo encaminado hacia una ''inclusión que sea suficientemente sensible a las diferencias específicas individuales y de grupo del trasfondo cultural''. Esta inclusión sensible es un reconocimiento de la particularidad y de la voluntad política y legítima de una parte de la población, en este caso de Cataluña, pero a su vez se traduce en una muestra de generosidad cultural por parte de la mayoría hacia la minoría porque supone desprenderse de lo que Habermas denomina ''fusión con la cultura política general, compartida por todos los ciudadanos en igual medida'' ya que, sino se hace, ''dicta de entrada los parámetros de los discursos de autoentendimiento'', es decir, dice a la población entera cómo ha de reconocerse y entenderse, sin prestar atención a las particularidades y diferencias de las distintas partes de la población.
Dicho en otras palabras. A mi juicio, la única solución al desafío catalán es el reconocimiento de los errores y la propuesta de soluciones reales y con garantías sobre la mesa en un espacio público de debate. Habermas asegura que en la mayoría de los casos, la secesión no es la forma de garantizar la resolución de los problemas. Estoy de acuerdo en parte, puesto que considero que solo sería cambiar las mayorías de un lado por las del otro. Aunque sí creo que Cataluña tiene el derecho a reclamar su independencia creo que no es ni la única salida ni la mejor (al igual que tampoco lo es la negación rotunda del derecho a decidir). Una reforma constitucional que reconozca las particularidades nacionales de Cataluña y un cambio en la forma de tratar a las distintas regiones por parte del Estado central es un principio interesante, como por ejemplo el reconocimiento de todas las lenguas como lenguas oficiales del Estado, y una mayor concordancia entre las palabras ''autonomía'' y los significados efectivos de las mismas en la práctica real y política, así como un reconocimiento de que ni existe una nación española ni que todos los pueblos de España se corresponden con una visión cerrada y que corresponde con lo que, a día de hoy, es la mayoría.
Una cuestión aparte sería si, tras los muchos errores por parte del gobierno central, los grupos más próximos al independentismo aceptarían a día de hoy una negociación sin un referéndum sobre la mesa. Quiero dejar clara desde ya mi postura de que si se ha llegado a esta situación es, única y exclusivamente culpa de la pasividad del gobierno central y de la mayor parte de la población civil española que ha preferido hacer oídos sordos o ridiculizar o insultar las posiciones legítimas y democráticas de los catalanes independentistas. Hay que dejar de vincular la palabra ''independentismo'' a significados peyorativos, esa no es más que una postura política tan normal y legítima como lo es su antagónica. Sinceramente creo que el Referéndum es una conditio sine qua non para un entendimiento a corto, medio y largo plazo con la población catalana (incluida la no independentista). Por ello, la postura más coherente sería pactar un referéndum con garantías legales y democráticas reales en un plazo mayor al que se ha dado en la actualidad (de unos pocos meses) y realizar una campaña real por parte de las distintas posiciones que permita una concienciación adecuada a los votantes. Y sí, el Referéndum debería ser solo en Cataluña puesto que se habla del futuro inmediato del pueblo catalán, que es el único que pide la independencia de una manera tan vehemente. Del mismo modo que no se pide la opinión a un canario sobre el Estatuto de Autonomía de Andalucía no se le debe pedir a nadie que no sea catalán su opinión sobre la independencia de Cataluña. Si en dicho referéndum ganase el sí, habría que aceptar la voluntad popular democráticamente expresada sin más, pero si sale un no, se deberían poner en práctica las medidas y posiciones que favorecen la inclusión sensible a las diferencias de la minoría que en este caso es Cataluña, que sin duda deberían ser expuestas en la campaña para el Referéndum de independencia.
Esta es la finalización de este escrito en el que intento dar una opción coherente, democrática y discursiva acerca de la situación tensa entre Cataluña y el Estado español. Sinceramente veo difícil una salida distinta a esta y que sea democrática y ejemplar, no obstante estoy abierto tanto a críticas ante mi escrito (evidentemente) como a posicionamientos distintos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Padrino: el punto de inflexión de Michael Corleone

Opinión y respeto

Post inicial